25/2/18

La vuelta

En diciembre de 2008 dejé de postear en la Mágica Web y me vine a este Ximenez. Ahora hago el camino inverso.

Allá, en magicaweb.com, está todo: la vieja Mágica Web del 2002 al 2008, Ximenez de fines de 2008 a hoy, y también Un libro por día, algo extra que hice en 2016 (y siguió Natalia Méndez, brevemente, en 2017).

En realidad, los primeros 1.081 posts de la Mágica Web (de un total de 2.760) están pasados por el filtro de MW+X: Hace diez años en la Mágica Web. Ahí reproduje el contenido original y en muchos casos le sumé comentarios, actualizaciones y otras yerbas.
El conjunto está alojado en WordPress.com, una plataforma más segura que DreamHost, donde me hackearon varias veces. Tras la mudanza quedan cosas que todavía no funcionan bien; en particular, buena parte de la música. Estoy en eso.

Hay cuatro tags que sirven de índice general:
- Mágica Web
- MW+X
- Un libro por día
- Ximenez

Y están las cosas nuevas, que no llevan ninguno de esos tags.

En la columna lateral están las categorías que siempre hubo en la Mágica Web, más algunas de las que sumé en Ximenez y otras cosas. De a poco voy emprolijando esa clasificación, que nunca dejará de ser un poco arbitraria.

Al nuevo sitio le pongo nombre y apellido.

Invito a los pocos que me siguen vía RSS a buscar el feed nuevo. Y todos serán bienvenidos por allá:



Una agenda: Domingo

El domingo
llega con el traje del emperador
y se va desnudo hacia el lunes.
Alguien señala que en el camino
no cambió nada.

19/2/18

Una agenda: Lunes

El lunes
baja la marea
de la cabeza a los pies
y quedan a la vista
los restos
de mis naufragios.

"Enamorada de Tus Ojos"

Circo Golondrina, el blog de Julieta Abiusi, tiene una linda reseña de Tus ojos. Además, propone un juego: extender la idea del libro al resto del cuerpo.



Dice Julieta, luego de la foto de arriba:
La primera vez que leí Tus Ojos, sentí que era el mismísimo libro que se me declaraba. Como si yo fuera la destinataria de ese narrador tan contundente. Se me pusieron los cachetes colorados, me conecté.
Los versos tienen tanto jugo y juego poético que te explotan el corazón. “Tus ojos son como la conjugación tan irregular del verbo ir”. ¡Qué locura!
Escrito por Eduardo Abel Gimenez e ilustrado por Cecilia Afonso Esteves, es un libro para enamorarse.
Y también para jugar: se me ocurre que los versos de Eduardo tienen un estilo tan personal que podríamos seguir su idea con otras partes del cuerpo. Pensar en “Tu nariz es”… “Tu boca es”… “Tus rodillas son”… “Tus tobillos son”… Eso o lo que más te guste.
Y ahí viene su versión, Tu nariz:


Me enamoré yo también, Julieta. ¡Gracias!

18/2/18

Bienvenido a bordo

Soy explorador de la galaxia y piloto de este libro. Quiero guiarte por lugares que nunca visitaste, para divertirnos juntos resolviendo los enigmas que aparezcan durante nuestra exploración. Antes de partir, necesito tu ayuda para poner la nave en condiciones. Mis sensores indican que hay 15 animales y bichos diversos escondidos por aquí. Pretenden viajar con nosotros como polizones, pero el espacio no es un buen lugar para ellos. ¿Podés encontrarlos? Cada vez que descubras uno, rodealo con una marca de lápiz.
Con este juego empezaba Mis amigos de otros mundos, un libro de la serie El laberinto de los juegos, que hicimos Douglas Wright y yo para Libros del Quirquincho a principios de los 90, y que salió en forma de fascículos en Página/12. Douglas rehizo el color en 2017.

A continuación, una ayuda para resolver el juego, parte del "Equipo de emergencia" del libro: una página con pistas para quienes ven difícil llegar a buen puerto.
Ahora, la solución.
En 2017, Douglas rehizo el dibujo de la tapa de Mis amigos de otros mundos. Esta es la nueva versión:
Había en el libro un espacio dedicado a información sobre los autores. Decía así:
Eduardo Abel Gimenez nació en 1954. Es escritor, músico y especialista en juegos. Publicó “El fondo del pozo” (novela, Minotauro, 1985). “Días de fuga de la prisión multiplicada” (juego de fantasía, Filofalsía, 1989) y “El misterio del planeta mutante” (novela, Libros del Quirquincho, 1993).

Douglas Wright nació en 1949. Es dibujante y humorista gráfico. Publicó “Humor libre” (Galerna, 1982) y “Cosa de locos” (Puntosur, 1986). Colabora en revistas con dibujos humorísticos y juegos visuales.

Ambos viven en Buenos Aires. Publicaron juntos “Bichonario. Enciclopedia ilustrada de bichos” (Libros del Quirquincho, 1991).
Le dejo la palabra a Douglas, que cuenta muy bien las cosas en su blog:
Encontré el original (a pluma, hecho con una lapicera escolar “Trabi”, que me gustaba usar entonces) y no pude resistirme a darle color. 
Por supuesto, Eduardo y yo no éramos así, exactamente, salvo que, en esa época, Eduardo usaba anteojos (y ahora los uso yo); Eduardo fumaba bastante y yo, por temporadas (ahora ninguno de los dos fuma); los dos teníamos cabelleras tupidas (ahora, sólo él…); y cosas así.

Estamos vestidos de “exploradores de otros mundos”, de acuerdo con el tema del libro, y explorar otros mundos, eso sí, es algo que siempre continuamos haciendo.

17/2/18

El súper zoom

Cuando a mi cámara le agrego el súper zoom, es como si tuviera un telescopio en las manos. Le saco fotos a lo que sea: un pelo de tu cabeza a cien metros de distancia parece una serpiente galáctica al acecho. En la primera imagen hay nueve escenas de la vida galáctica. En la segunda, las nueve fotos que saqué con el súper zoom. ¿Podés anotar en las casillas a qué escena corresponde cada foto?


 Este juego para resolver forma parte de Mis amigos de otros mundos, un libro de la serie El laberinto de los juegos, que hicimos Douglas Wright y yo para Libros del Quirquincho a principios de los 90, y que salió en forma de fascículos en Página/12. Douglas rehizo el color de muchas páginas en 2017, pero no de estas dos: así salieron por aquel entonces.

A continuación, una ayuda para resolver el juego, parte del "Equipo de emergencia" del libro: una página con pistas para quienes ven difícil llegar a buen puerto.


Y por último, la solución. Los números indican a qué escena corresponde cada foto, con la misma distribución que tienen en el juego.

16/2/18

Extrañas familias

Con el auge de los viajes espaciales, seres de muchos planetas salen a conocer el universo. Y claro, a veces se enamoran. ¿De quién? Bueno, es cuestión de gustos, y sobre gustos hay de todo en la galaxia. El resultado es que a veces se forman raras parejas, y esas parejas tienen hijos. Los hijos, como todo el mundo sabe, se parecen un poco a mamá y un poco a papá.

Aquí traje retratos de seis padres y seis madres galácticos, y de sus respectivos hijos. Ya te habrás dado cuenta de que están mezclados. Y por supuesto, el desafío consiste en que hagas de oficial del Registro Civil y descubras quién es el padre y quién es la madre de cada niño.


Este juego para resolver forma parte de Mis amigos de otros mundos, un libro de la serie El laberinto de los juegos, que hicimos Douglas Wright y yo para Libros del Quirquincho a principios de los 90, y que salió en forma de fascículos en Página/12. Douglas rehizo el color de muchas páginas en 2017, pero no de estas dos: así salieron por aquel entonces.

A continuación, una ayuda para resolver el juego, parte del "Equipo de emergencia" del libro: una página con pistas para quienes ven difícil llegar a buen puerto.


Y por último, la solución. Los números indican quién es el padre y quién la madre de cada niño, con la misma distribución que tienen los niños en el juego.


15/2/18

Libros de mi adolescencia (8-14)

Segunda semana de posts sobre libros para Un mes de.

8 de febrero
¿Tiene usted una cabeza en su casa?, de varios autores. Tierra Nueva, Montevideo, 1970. Un emprendimiento de Marcial Souto, que por entonces también fue el primero en publicar a Mario Levrero. Lo leí en 1973.

9 de febrero
El mundo sumergido, de J. G. Ballard. Minotauro, 1966. Lo leí en 1969, a los quince años.

10 de febrero
Devuélvanme mi amor, de varios autores. Mir, Moscú, 1971. Este libro parece cualquier cosa menos lo que es: una recopilación de cuentos de ciencia ficción publicada por una editorial soviética. Lo leí a los 19 años.

11 de febrero
Bases, de Juan Bautista Alberdi. Eudeba, 1966. Fue lo primero que me dieron cuando empecé a cursar materias de Sociología, en la UBA, a punto de cumplir dieciocho años. Duré un par de meses, nada más.

12 de febrero
El caso de Charles Dexter Ward, de H. P. Lovecraft. Barral Editores, Barcelona, 1971. Lo leí en el 72.

13 de febrero
Soy leyenda, de Richard Matheson. Minotauro, 1960. Lo leí en el 71.

14 de febrero
Aventuras de Arturo Gordon Pym, de Edgar Allan Poe. Quimantú, Santiago de Chile, 1972. Lo leí en 1974. Qué ruido hace ahora ese “Arturo”. Según el colofón, la edición fue de 50.000 ejemplares.

La ciudad más lejana

Estamos llegando a la ciudad de Jiribiliji, capital del planeta Uku. Es la ciudad más lejana de la galaxia, donde casi nadie ha llegado antes. Esperamos encontrar asombrosos habitantes de costumbres extrañas… Y así es, porque resultan exactamente iguales a nosotros. Apenas repuestos de la sorpresa, observamos con atención el paisaje de esta página. Mientras tanto, en la página que está más abajo...
... aparecen nueve escenas captadas por mis sensores, que son capaces de atravesar paredes, puertas y ventanas. Nuestro desafío: descubrir en qué sitio de la ciudad está oculta cada escena.
Este juego para resolver forma parte de Mis amigos de otros mundos, un libro de la serie El laberinto de los juegos, que hicimos Douglas Wright y yo para Libros del Quirquincho a principios de los 90, y que salió en forma de fascículos en Página/12. Douglas rehizo el color en 2017.

A continuación, una ayuda para resolver el juego, parte del "Equipo de emergencia" del libro: una página con pistas para quienes ven difícil llegar a buen puerto.
Y por último, la solución.

14/2/18

Mis amigos de otros mundos

Mis amigos son muy raros. Altos y bajos. Humanos y no humanos. Ricos y pobres. Animales y minerales. Pero yo los quiero a todos. Entre otras cosas porque tengo algo en común con cada uno de ellos: así como yo elegí la vieja y querida Tierra para vivir cuando no estoy de exploración, cada uno de mis amigos eligió el mundo perfecto para él. Aquí te presento sus retratos. Arriba, de mis amigos:
Abajo, de sus mundos. Mirando los retratos tendrás bastante información sobre ellos, aunque está todo mezclado. ¿Te atrevés a decir en qué mundo vive cada uno? (No le cuentes a nadie, pero te doy uno ya resuelto.)
Este juego para resolver forma parte de Mis amigos de otros mundos, un libro de la serie El laberinto de los juegos, que hicimos Douglas Wright y yo para Libros del Quirquincho a principios de los 90, y que salió en forma de fascículos en Página/12. Douglas rehizo el color en 2017.

A continuación, una ayuda para resolver el juego, parte del "Equipo de emergencia" del libro: una página con pistas para quienes ven difícil llegar a buen puerto.


Y por último, la solución.

13/2/18

Autopista espacial

En el espacio también hay autopistas, por donde andan los vehículos más extraños que te puedas imaginar. Cuando se arma un embotellamiento como este es posible pasarse días sin avanzar un solo año luz. Mi deporte favorito, en casos así, es mirar las otras naves, a ver si hay dos iguales. Y sí, casi siempre hay, como ahora. Yo ya las encontré. ¿Y vos? (Marcá con círculos las dos naves iguales.)
Este juego para resolver forma parte de Mis amigos de otros mundos, un libro de la serie El laberinto de los juegos, que hicimos Douglas Wright y yo para Libros del Quirquincho a principios de los 90, y que salió en forma de fascículos en Página/12. Douglas rehizo el color en 2017.

A continuación, una ayuda para resolver el juego, parte del "Equipo de emergencia" del libro: una página con pistas para quienes ven difícil llegar a buen puerto.

Y por último, la solución.


12/2/18

El espejo caprichoso

Los espejos del planeta Furgunji tienen dos características únicas en la galaxia. a) Sólo trabajan cuando están acostados. b) Jamás reflejan las cosas tal como son. Acabamos de llegar a la ciudad de Gurgunja, capital del planeta Furgunji, y la vemos reflejada en un espejo furgunjiano, acostado allá abajo. Hay diez diferencias entre la ciudad verdadera y el espejo. ¿Podés encontrarlas?
Este juego para resolver forma parte de Mis amigos de otros mundos, un libro de la serie El laberinto de los juegos, que hicimos Douglas Wright y yo para Libros del Quirquincho a principios de los 90, y que salió en forma de fascículos en Página/12. Douglas rehizo el color en 2017.

A continuación, una ayuda para resolver el juego, parte del "Equipo de emergencia" del libro: una página con pistas para quienes ven difícil llegar a buen puerto.

Y por último, la solución.

11/2/18

El crítico de palabras. Hoy: aguantar

Qué porquería de palabra. Qué asco. Como un caracol vivo en medio de la ensalada.

Los labios se fruncen, la lengua se encoge, y no pasa nada. No suena un beso, no se tocan los dientes. Hay que decirla en voz alta sintiendo los músculos de la boca para descubrir la frustración que se esconde en esta palabra.

Aguantar. ¿Echar agua? ¿Quitar o poner un guante? El origen apunta a la segunda, pero el baldazo de agua fría es lo que más se siente.

Dice la Real Academia, en uno de sus arrebatos cómicos: "6. tr. Taurom. Dicho de un diestro: Adelantar el pie izquierdo, en la suerte de matar, para citar al toro conservando esta postura hasta dar la estocada, y resistiendo cuanto le es posible la embestida, de la cual se libra con el movimiento de la muleta y del cuerpo".

Dice la hinchada: apoyar a un equipo de fútbol, a una banda de rock, no importa lo que haga, de manera acrítica, aun sabiendo que se cae en lo más bajo de la escala (de cualquier escala que venga al caso), porque es lo que hay que hacer, porque es la única manera de demostrar algún valor, algún coraje, porque es el camino para alcanzar la pertenencia a algo, no importa a qué.

Aguantame: esperame sin salpicar, sin tirarme un guante.

Me aguanto: acepto maltrato, hambre, políticas dañinas.

En palabras de la Real Academia, "en la suerte de matar".

Basta, se acabó. No hay que aguantar nada. Y si hay que aguantar algo, por lo menos que sea con otra palabra.

En China mandaban a las mujeres a bucear para recoger moluscos (abulones, orejas de mar), porque se creía que las mujeres podían aguantar más la respiración. (Obra del siglo XIX por Katsushika Hokusai, con un poema de Sangi Takamura, tomada de Wikipedia.)

10/2/18

El crítico de palabras. Hoy: En pares

1. Rodondendro y edredón son dos palabras tan afines que deberían nombrar cosas semejantes. Parecen parte de un idioma diferente, sonoro, estentóreo ("¡Rodondendro y edredón! ¿Dónde, dónde? ¡En derredor!"). Sin embargo, no solo sus significados son divergentes: también las asociaciones que me despiertan, esas que probablemente vienen de cuando era chico y todavía andaba adivinando qué era qué. Edredón siempre me sonó a química, a efedrina. Rododendro, en cambio, podría ser un roedor exótico, un animal de largos dientes que hace agujeros en el desierto de un libro ilustrado de la década del 60.
2. Tengo una relación pésima con la palabra peyorativo. Se me mezcla con epopeya. Me pasa que quiero decir que algo es peyorativo, y la palabra no me sale, y lucho pero no hay caso, me viene a la cabeza la palabra epopeya, que se le parece tanto en la rareza, y la cosa no cierra. Epopeya es un tapón, un corcho que me impide ver más allá y me obliga a renunciar a la frase, a veces a la conversación entera.

—Lo dijo en sentido epopeya.

—¡Pero eso es muy epopeya!

Ya sé que no es culpa de peyorativo, sino de mi cerebro. Pero que nadie diga que se trata de una palabra amable con las personas.

3. Cuando era chico creía que las almendras eran las redondas, y las avellanas las alargadas. La confusión duró mucho tiempo. Aún hoy, cuando miro almendras, tengo que pensarlo dos veces para no decir avellanas.

También de chico recibí en clase de inglés una lista de pares de palabras opuestas. Entre ellas, black y white. Mirando los dibujos me daba cuenta de que eran negro y blanco, pero no en qué orden. Por similitud, deduje que black debía ser blanco (las dos empiezan con "bla", ¿no es cierto?). Me enteré del error al día siguiente, pero tardé años en terminar de creerlo.

Las cosas no deberían venir en pares. El cerebro es demasiado complejo para ocuparse con eficiencia de algo así.

"Lost in Grey Matter", por Malo Tocquer (claramente inspirado en Escher).

9/2/18

El crítico de palabras. Hoy: conminar

Si quisiera conminar no me saldría.

La impresión que tengo es que cada palabra requiere un músculo. Y ejercitar el idioma es como llevar a cabo esas acciones complicadas en las que ni tenemos que pensar: reírnos de un sarcasmo, bajar una escalera caracol, lavar los platos con dolor de espalda. Montones de músculos en acción, y nosotros como si nada.

De vez en cuando tropezamos con algo que requiere un esfuerzo especial, y entonces, por ejemplo, se nos ocurre preestablecer, o conmiserarnos, y hasta contextualizar. Son músculos pequeños, indetectables, que se ponen en marcha tras varias protestas, pero al menos existen, están ahí a la espera de que una señal lo bastante intensa los despierte.

En cambio, conminar… No creo tener un músculo para eso.

Dibujo perteneciente a De humani corporis fabrica libri septem, de Andreas Vesalius, publicado en 1943. Wellcome Collection, bajo licencia CC BY 4.0.

8/2/18

El crítico de palabras. Hoy: perplejo

La palabra perplejo se pega a la lengua como chicle. Con “perple” nos enroscamos, nos enredamos, nos tropezamos, y no alcanza el escupitajo final de ese “jo” para liberarnos.

Así y todo, es una palabra bellísima, a los ojos, al oído, al tacto.

¿Y el significado? Si apareciera en un idioma que conocemos poco, jamás lo deduciríamos del contexto. En nuestro propio idioma es como una isla, un fragmento separado del resto, donde no encontramos raíces ni asociaciones. (No digo en latín. Digo en nuestro idioma. No sé latín. Muchos no sabemos latín.)

Ese carácter de isla queda acentuado por la falta de palabras derivadas. Sólo hay un sustantivo, encima feúcho: perplejidad. Si al menos fuera perplejía, o perplejancia: suenan mejor, traen otra ideas. O si también hubiera un verbo: perplejar, perplejarse. ¿De qué otra manera se describe la transición del no-perplejo al perplejo? "Quedé perplejo", se lee por ahí, como si fuera un salto cuántico, algo que no se puede dividir. ¿De qué manera quedé perplejo? ¿Qué ocurrió durante el proceso? "Fue entonces que me empecé a perplejar".

Palabra isla, palabra paria. Maltratada. Al definirla, el Diccionario de la Real Academia da muestras de una torpeza insuperable: "1. adj. Dudoso, incierto, irresoluto, confuso". ¡Parece que se refiriera a una cosa! "Era un asunto perplejo". "Me hizo una propuesta perpleja".

Perplejos, nos alejamos (como decían Les Luthiers) "sin comprender de qué se ríe".

La isla Bouvet, la más remota del planeta. No hay más que mar por 1.600 kilómetros a la redonda. Esta es una foto pintada de 1898.

Libros de mi adolescencia (1-7)

Primeros posts para el mes de libros de Un mes de.

1 de febrero:
La naranja mecánica, de Anthony Burgess, que leí en octubre de 1972 (le puse la fecha), dos meses después de lo que dice el pie de imprenta de esta primera edición en castellano.

2 de febrero:
La ciudad y las estrellas (The City and the Stars). Arthur Clarke. Traducción de Francisco Cazorla. Colección Nebulae, E.D.H.A.S.A., Barcelona, 1967. Lo leí en 1968, a los 14 años. Hace exactamente tres años, el 2 de febrero de 2015, subí varias fotos de este libro a mi blog Un libro por día.

3 de febrero:

El hombre ilustrado, de Ray Bradbury. Minotauro, Buenos Aires. Es la cuarta edición, impresa en abril de 1969. Lo leí a los quince años.

4 de febrero:

Número 1 de la revista-libro Nueva Dimensión, Barcelona, enero-febrero 1968. Lo leí en el 69 (tardaban en llegar las cosas, por acá). Tengo los 148 números de Nueva Dimensión, más los extras.

5 de febrero:

Opus dos, de Angélica Gorodischer, Minotauro, 1967. Su segundo libro, su primera novela. Lo leí en 1971.

6 de febrero:

Una libra de carne / Los indios estaban cabreros, de Agustín Cuzzani, CEAL, 1967. Durante un par de meses, en el 71, formé parte de un grupo de teatro. Tratábamos de hacer Una libra de carne, pero no llegamos lejos. Mi papel era "Visitador médico".

7 de febrero:
Ciudad de ilusiones, de Ursula K. Le Guin. Grupo Editor de Buenos Aires, 1974. Lo leí a punto de cumplir los veinte.