31/10/13

Alea Jacta est


  

Marzo de 1991. Hicimos este corto policial de forma casera, en una noche, para divertirnos, en la casa de Alicia y Jorge (Colonia del Sacramento, Uruguay). Jorge (más conocido como Mario Levrero) es el asesino. Juan Ignacio Fernández Hoppe (por entonces un chico de 10 años), la víctima. Elvio Gandolfo, el detective. Mi tarea fue llevar la cámara y, luego, hacer la edición.

En esta versión, tras el corto agregué una toma de cuatro minutos en la que se ve a Jorge escribiendo los créditos que usaríamos. Debe ser el único video que existe de Mario Levrero frente a su máquina de escribir.

Hasta ayer, por veintidós años, este video fue un secreto. Lo vimos quienes participamos en él, y unos pocos amigos cercanos. El lunes pasado (28 de octubre) se "estrenó", en unas Jornadas sobre Mario Levrero organizadas por la Universidad de Tres de Febrero. En ese momento avisé que el paso siguiente eran YouTube y Facebook, y al otro día lo publiqué. No dije nada del blog, claro, pero acá también tenía que estar.

22/9/13

En tren de Montreal a Nueva York (video, 1992)

En invierno, la vida de Montreal está hecha de nieve. Algo se siente en este video, aunque el frío quedó allá.

A principios de febrero de 1992 viajé en tren de Montreal a Nueva York, con la cámara Sony 8mm que tenía desde el año anterior. Desde la partida, a la mañana, hasta que se hizo de noche en el camino, grabé dos horas. Hay zonas urbanas, pero más campos nevados y bosques. Sobre todo bosques hermosos y oscuros, que según el momento pasan de a poco o con velocidad interestelar.

Acá va una edición de esas dos horas, reducidas a treinta y tres minutos. No es fácil verlo todo, me imagino, a menos que uno se deje hipnotizar por el movimiento. Me doy cuenta: video analógico, cámara en mano, no son indicadores de calidad. Así que apuesto por lo extraterrestre (no siempre, hay momentos humanos).


Mientras subía el video a YouTube me di cuenta de que ya no estamos en 1992. Quiero decir: en aquella época era difícil conseguir información; los datos estaban fijos en un lugar y uno tenía que moverse para ir a buscarlos. Y además se escondían.

Ahora puedo buscar en Google y dejar que el resultado me abrume. Resumiendo, en media hora me enteré de lo que no supe sobre ese tren durante todos estos años.
Y más videos en YouTube:

Este parte de Montreal, como el mío. Grabado en otoño de 2012, se notan enseguida las dos diferencias: de estación y de época. (También se nota que la cámara está apoyada en un trípode, y el trípode en el piso del tren: cuando el tren va rápido la imagen vibra mucho; en mi video la imagen se mueve un montón, pero de otra manera.)


Y este parte de Nueva York, así que muestra lo que yo no vi porque era de noche. Pero es invierno.


Hay más en YouTube. Y ni que hablar de lo que aparece buscando en Google Images. En comparación, siento que hace veinte años, sin Internet ni celulares, la vida estaba hecha de siglo diecinueve.

13/8/13

Poeplas

"La presente antología de poesía para niños de autores argentinos, realizada por Valeria Cervero, reúne a algunos 'históricos' de la literatura infantil y juvenil y a nuevos o atípicos cultores del género. La compilación incluye textos de Iris Rivera, Ruth Kaufman, María Cristina Ramos, Nelvy Bustamante, César Bandin Ron, Laura Wittner, Didi Grau, Eduardo Abel Gimenez, Luciana Mellado y Roberta Iannamico; con ilustraciones de Marisa Eylenstein, Julieta Laztra, Daniel Roldan, Mariel Fariña, Alejandra Ferrada, Nuria Bolzán y Romina Santos. El libro digital fue presentado en la 23ª Feria del Libro Infantil de Buenos Aires (2013) para su lectura online, en el stand de Bibliotecas de la ciudad."

(Se puede descargar gratis en formato ePub.)

Esta es mi poesía incluida en el ebook:

Frío

Hace mucho frío.
Tanto frío que los autos no arrancan,
las vacas no mugen,
el corazón no late.
Tanto, que hay una nube
colgada en el mismo sitio
desde hace horas.
Hace frío adentro de la letra O.
Hace frío en la sartén
donde se fríen lentamente
unos copos de nieve.
Están congeladas las puntas del número 1,
aunque eso es algo que pasa con frecuencia.
En medio de la cama apareció
un cartel de prohibido entrar.
El café recién servido
levantó vuelo y emigró al norte,
donde dicen que es verano.

Pero es tanto, tanto el frío que
la mecedora no se mece,
la música suena más lenta,
los ojos miran un punto donde no hay nada.
En el tallo de la planta
esas no son hormigas
sino esculturas de hielo.
El aliento se hace vapor,
el vapor agujas,
las agujas giran sobre sí mismas
buscando algo que pinchar.

Las líneas de sombra de la reja del balcón
están quietas en el ángulo de hace un rato,
por más que el sol siguió de largo.

En la calle la gente se enrosca y pliega
hasta refugiarse en su propio ombligo.
Los edificios de enfrente han encogido,
de manera que entre ellos queda un pasadizo.
El aire está espeso.

El lápiz llega a un centímetro del papel
y ahí se le acaban las fuerzas.

29/5/13

Difícil

Escribir es tan difícil como uno quiere que sea.

(Quiero decir: escribir es todo lo difícil que uno quiere que sea. ¿Serán equivalentes las dos formulaciones? Si lo son, ¿cuál es mejor? ¿Y si no lo son?)

28/5/13

La vida en Tumblr

Ayer escribí acá que YouTube se expande como un gas. A su manera, Tumblr tambien tiende a ocupar todo el espacio disponible. Pero es un espacio de otra clase, imprevisto, imprevisible. La tendencia a que en Tumblr los blogs sean temáticos está creando una nueva clase de contenido, o mejor dicho de "agregación" de contenido, con posts que siguen criterios cada día más impensados, cómicos, delirantes, o todo a la vez. La velocidad de expansión de este gas impresiona: hace un año o algo así, hablar de esto era traer una novedad; ahora todo el mundo los sigue en Facebook.

Los últimos dos tumblelogs que vi:

Here's that bad advice you were hoping for: "Telling advice column letter writers what they actually wanted to hear".


Screenshots of dispair: Se explica solito.

27/5/13

La vida en YouTube

Con el tiempo, como un gas, YouTube va llenando todo el espacio disponible. Lo digo en buen y mal sentido. En bueno porque aparecen cosas valiosas, que me alegro de poder ver. En malo, porque contribuye a que no deje de hacer pavadas en la compu.

Por el lado bueno, comparto algunos videos que vi en los últimos días.

Video alucinado y "glitchy" sobre música electrónica alucinada y "glitchy" (vía kottke.org):



Una canción de Andrew Bird, reciente, que no conocía (me la pasó mi hijo Gabriel):



Guía para resolver el último nivel (difícil) del más reciente jueguito en Flash que me atrapó (la guía empieza con otros niveles, que ya había resuelto solo):



Reencuentro, tras un cuarto de siglo sin escucharla, con una canción de Robin Williamson (ok, esto es audio con una imagen fija, no video; para video, más abajo va una versión en vivo, incompleta, por un Robin treinta años más viejo):





Y este muestreo es así nomás, espontáneo, de memoria, porque se me acaba de ocurrir, y cubre un par de días. Si hubiera tomado notas, pasado más tiempo acumulando, permitido que YouTube recordara qué vi, la lista de buenos momentos sería más grande y variada.

15/5/13

Números

Retomo el proyecto MW+X, donde vuelvo a postear el contenido de la Mágica Web diez años más tarde. Pronto veo que la cantidad de visitas que recibe ese blog va en aumento. ¡Felicidad! En vez de tres o cuatro, o ninguna, Blogger muestra esto:


Bien, pienso. Aunque no reciba comentarios, al otro lado de los cables hay gente que viene a mirar. Sé que muchas visitas vienen de búsquedas en Google, que la mayoría de esos visitantes se va sin haber encontrado lo que quería, y así. Pero igual es lindo pensar que hay vida después de todo.

Entonces hago click en ese link de arriba a la derecha, "Más estadísticas". Para qué.


¿El tráfico viene de los Estados Unidos? ¿De Rusia? ¿India? ¿Y qué serán esos tres sitios que aparecen como principales fuentes? (Estos datos son de la última semana.)

Voy a ver esos sitios. El primero y el tercero son cosas raras, medio truchas, que por diseño se delatan como lo mismo con distinto nombre. La idea es que uno pone un dominio, hace click, y esos sitios entregan estadísticas y un "valor de mercado" del dominio. En fin.

El del medio, current.com, es un sitio de noticias. Parece legítimo. Ahora bien, al hacer click en el link que da Blogger surge esto (en esta imagen y las que siguen, click para verlas en tamaño original):


Pido más fuentes de tráfico y Blogger tiene mucho que decir. Para la semana:


Para el mes:

¡El vampiro lo domina todo!

Pero no fue siempre así. Cuando me fijo en la historia del blog desde el inicio (el 11 de febrero de 2012) el resultado se parece a lo normal:


Es el goteo mínimo de siempre, caído de Facebook y las distintas versiones de Google, muy por encima de la batería de rarezas sospechosas que sigue.

Ok, entonces. Algo así como una persona por día viene de Facebook. Dos personas por día, de buscar algo en Google (para, seguramente, no encontrarlo en MW+X). Así estamos. Esto no significa que seguir adelante pierda sentido: vale que lo haga porque sí, por mí, por la gente cercana, por la persona que esporádicamente llega y se queda. No voy a abandonar.

Pero qué bien haría Blogger en cambiar la manera en que presenta los números. O yo en dejar de mirarlos.

28/4/13

20130428



Un minuto y cuarenta segundos de música nueva, hecha en el último rato. El player de archive.org tarda un poco en aparecer, y no se ve en Google Reader (y probablemente tampoco en otros lectores de feeds).

28/2/13

Monstruos por el borde del mundo

Mi segundo libro en Edelvives (el otro es La Ciudad de las Nubes). ¡Gracias a Natalia Méndez, editora!


Con un click se puede ver más grande. Dice la contratapa:

"La gente del Cono sueña con monstruos. Al día siguiente, los monstruos soñados se hacen realidad. Entonces, todos van a cazarlos y los arrojan por el borde de su mundo. Pero hay un joven que sueña con Carmen, y Carmen no es un monstruo. ¿Cómo podrá convencer a los demás?

"Una novela de ciencia ficción sobre un pueblo que debe poner en duda lo conocido hasta el momento y, al mismo tiempo, la historia de cualquier joven que se convierte en adulto."

Es reedición. La primera edición salió en 1996, publicada por Alfaguara (fue la editora Graciela Pérez Aguilar; la ilustración, de Fernando Molinari):


En la nueva edición el texto está revisado, con cambios menores y la corrección excelente de Cecilia Espósito.

Acá van las primeras páginas de la novela. El texto puede ser (un poco) diferente del que aparece en el libro, porque está tomado de mi original y no de la versión publicada.

1. Sueños

Cuando los demás sueñan con monstruos, yo sueño con Carmen. Ellos sudan, se agitan en la cama, mueven los ojos bajo los párpados cerrados, abren y cierran la boca, mientras yo respiro con suavidad, sonrío y apenas si aprieto las manos contra el pecho.
Mi hermano Gardi, por ejemplo, tiene sueños terribles. Casi siempre es un sampión, enorme y desaforado, que se le viene encima. Gardi salta, se protege la cara con los brazos, me despierta a los gritos. Calmarlo va contra las reglas: si Gardi no termina su sueño, mal podrá contarnos dónde está el sampión, y no conseguiremos librarnos de él.
En cambio, yo sueño con Carmen. No me da miedo mientras sueño. El miedo viene después, al despertarme, cuando pienso en el momento en que me pregunten si soñé con algún monstruo y yo conteste que no, que otra vez soñé con Carmen, y se enojen conmigo.

2. Libros

Laszlo, el bibliotecario, dice que Carmen no figura en los libros. Se cansó de buscarla, dice, por orden alfabético, por especie, por hábitos, por tamaño, y nada. Carmen no existe, al menos en letra impresa.
La biblioteca es la casa más visitada del Cono. Adentro está la explicación para casi todos los sueños, para todos menos mis sueños con Carmen. Los habitantes del Cono soñamos bastante seguido, y día tras día vamos a ver a Laszlo.
¿Qué tenemos hoy? —pregunta Laszlo.
Un milojos —contesta uno de los visitantes.
¿Otra vez?
El visitante alza los hombros.
No es mi culpa —contesta.
Laszlo se pone de pie, alzando más de dos metros de cuerpo delgado: la altura suficiente para llegar a los estantes más altos. Sin dudar, estira el brazo y saca uno de los miles de libros iguales, sin inscripciones en el lomo, que tapizan las paredes. Y sin dudar lo abre en una página que le muestra al visitante.
¿Era así?
Sí —dice el visitante—. Más o menos así.
Rutina, casi siempre. Laszlo es viejo, tiene el pelo blanco por vivir encerrado y los ojos pequeños de tanto leer: ha tenido tiempo para aprenderlo todo. Conoce de memoria la mayoría de los monstruos que sueña la gente, sobre todo porque la gente no acostumbra descubrir cosas nuevas. Se aburre nuestro bibliotecario, gastando una y otra vez la página ciento diez de su libro ciento treinta, la página veintiocho de su libro cuarenta y tres, la página setecientos de su libro quince mil.
Hasta que llego yo. En cuanto asomo la cabeza por la puerta, Laszlo se pone furioso. Los ojos se le hacen más pequeños todavía, las cejas pasan al frente como pelotones de choque.
¿Otra vez?
Su pregunta favorita. Muevo la cabeza de arriba abajo para decirle que sí, evitando mirarlo a la cara. Es su puño el que me llama la atención, mientras se eleva en el aire y lanza un dedo índice arrugado y tembloroso en dirección a la salida.
A perder el tiempo en otra parte, entonces.
Sigo las instrucciones del índice. A la calle. Y así dos o tres veces por semana.
Que Laszlo no encuentre a Carmen en los libros es malo. Pero peor sería que la encontrara: no soporto la idea de verme formando parte de la expedición destinada a perseguirla, asediarla, capturarla. No puedo imaginarme ayudando a tirar a Carmen por el borde del mundo.

3. Milojos

El milojos es uno de los monstruos más frecuentes en el Cono. Más alto que Laszlo, y mucho más ancho, se parece a una montaña de basura salpicada de ojos. Latas viejas, papel, cáscaras de naranja, botellas, huesos de pollo, y entre todo eso una colección de pupilas de colores brillantes.
Mientras el milojos avanza rodando sobre sí mismo, cada ojo parpadea dos veces, mira fijo y se sumerge en el interior de la basura, para aparecer en cualquier otra parte sin previo aviso. Redondo, inquieto, hace un rápido escrutinio del mundo y se esconde otra vez. Es imposible contar cuántos ojos hay, porque nunca es la misma cantidad, pero mil es un número razonable.
A primera vista el milojos no da la impresión de ser dañino. Apenas si despide mal olor. Sin embargo algunos de sus ojos, los más verdes, tienen la habilidad de hipnotizar a los animales. El milojos, rodando como el contenido de una gran bolsa de basura que se da vuelta, se acerca a las vacas y a los cometroncos, los mira fijo y se acabó: nos quedamos sin ganado.
Los cometroncos caen más rápido. Guardan las pinzas dentro de la boca, bajan la cabeza hasta el piso y se meten andando en el interior del milojos, que para entonces ha abierto un túnel de la medida exacta en medio de su cuerpo. Las vacas resisten lo bastante como para mugir dos veces, pero hay que ver lo felices que parecen cuando un segundo más tarde se han olvidado del pasto y van a colaborar, desde adentro, con la digestión del hipnotizador.

4. Carmen

Carmen, en cambio, tiene exactamente dos ojos. Y, que yo sepa, solo me hipnotiza a mí. Está sentada en una silla muy alta, frente a un tablero de dibujo. Inclina la cabeza hacia un lado, hasta apoyarla en la mano izquierda; el codo descansa en el tablero. El pelo le cae por un lado de la cara, balanceándose hacia adelante y hacia atrás al compás de ritmos internos. Se ha puesto un pantalón azul muy ajustado y una blusa negra muy amplia: la clase de ropa que usa siempre.
Alrededor de Carmen hay paredes cubiertas de láminas que representan laberintos. Carmen los llama “circuitos electrónicos”. Los circuitos me recuerdan algo que vi en el Cono, pero no sé qué. A veces, al otro lado de una puerta cerrada hay ruido de pasos. Carmen se pone nerviosa.
Mi jefe no sabe que estás aquí —dice en voz baja.
Carmen no me ve, solo me oye. Yo, en cambio, puedo verla desde muchos ángulos diferentes: estoy un poco en todas partes, a su alrededor, en el tablero, bajo sus pies, junto a una lámina de la pared. Es lógico, porque yo estoy soñando, y ella no. Si no estuviera soñando me sería muy difícil soportar tantas perspectivas a la vez. Pero en los sueños uno logra cosas imposibles.
El tablero es en realidad la pantalla de una computadora, donde ella dibuja con los dedos. Hay reglas horizontales, verticales, números y figuras geométricas. Con el pasar de los sueños, Carmen me ha ido explicando cómo funciona, y si yo tuviera dedos cuando sueño podría dibujar como ella.

5. Mundos

Escribo “computadora” y no me doy cuenta. No hay computadoras en el Cono: son parte de lo que aprendí gracias a Carmen.
La verdad es que no hay demasiadas cosas en el Cono. Y hasta hace unos meses, cuando empecé a soñar con Carmen, el Cono era para mí todo lo que existía. Aun lo sigue siendo para el resto de la gente que vive aquí. Ahora sé que hay otros mundos, más anchos y más llenos de cosas que el nuestro. Lo sé porque Carmen lo sabe, aunque solo he visto una habitación cerrada en el mundo de ella. Tal vez un día me los muestre.
El Cono tiene diez kilómetros de diámetro. El centro es donde vivimos todos, doscientas personas más los perros. Hay plaza, biblioteca, calles, casas, árboles. El Río corta el pueblo por el medio, en su camino de Este a Oeste, de las tierras altas al borde; lo atraviesan cinco puentes, aunque los más ágiles podemos cruzarlo de un salto.
Alrededor del pueblo están los campos para el ganado y los cultivos. Allí trabajan mis padres y mi hermano Gardi, con los cometroncos. Yo, en cambio, paso la mañana en el periódico, ayudando a registrar lo que ocurre y a publicarlo para que todos conserven el recuerdo de sus propias vidas.
Cuanto más lejos del pueblo, más árido el suelo. Las tierras altas, al Este, están tapizadas de rocas que se apoyan unas en otras formando centenares de cavernas. En las cavernas de las tierras altas aparece la mayoría de los monstruos. Al otro lado, el desierto del Oeste es una región dividida en dos por el valle verde del Río.
No hay mucho más. Llegando al borde empieza a ralear el pasto, se acaban los árboles, y es difícil vernos por allí a menos que estemos arreando algún monstruo.
El borde es el fin del mundo. La tierra cae a pique hacia el vacío de abajo, hasta donde ya no se ve nada. No nos asomamos. Oímos el último grito de los monstruos que gritan, el último rugido de los que rugen, y a otra cosa. Que sepamos, el precipicio no tiene fondo.
¿Por qué lo llaman “Cono”? —pregunta Carmen, mientras sueño con ella.
No sé —contesto—. Nunca lo pensé.
Por lo que me contaste, la superficie no tiene forma de cono.
Es llana. Casi llana. Las tierras altas están un poco más arriba, pero apenas.
Qué raro. —Carmen apoya la nariz en el segundo nudillo del dedo índice, pensando. —Algún motivo debe haber para que tenga ese nombre.
¿Y por qué tu mundo se llama “Tierra”?
Carmen sonríe.
Supongo que por extensión. —Baja la mano y arruga la boca, preparando las palabras. —Primero se habrá llamado “tierra”, con minúscula, al sitio que pisan nuestros pies. Luego se habrá visto que hay muchas tierras, pero todas forman un único planeta, y a ese planeta también se lo llamó Tierra, “la Tierra”, con mayúscula. —Vuelta a sonreir. —Estoy inventando —aclara Carmen—. No te puedo asegurar que sea así.

6. Tierra

Me gusta su imaginación. Y me desconcierta. Si a ella le cuesta creerme cuando le hablo del Cono, para mí la cosa es peor: yo llego a dudar que alguna vez hable en serio, que existan la Tierra y sus pobladores, que todo su mundo sea más que otro sueño dentro del sueño.
La Tierra, según Carmen, es una esfera. La gente vive en la superficie, a todo lo largo y a lo ancho de la esfera, arriba y abajo. Y sin caerse. Dice Carmen que la propia esfera los agarra y no los deja caer.
Al parecer, casi todos los terráqueos están convencidos de eso. Pero no pueden tener una idea tan clara de su mundo como nosotros del nuestro, porque la Tierra es mucho más grande que el Cono. Cuántas veces más grande no lo sé; Carmen me lo dijo durante un sueño, pero se habrá confundido, porque era un número inmenso.
Aquí los sueños no son verdaderos —me explica Carmen, hablando de la Tierra—. Algunos sí, a veces, pero la mayoría son inventos.
Ojalá fuera igual en el Cono.

7. Táctica

Es que los monstruos nos dan mucho trabajo. Cada uno requiere una táctica especial, armas cuidadosamente elegidas y la participación de personas que sepan.
Con el milojos usamos espejos y al oculista del pueblo. El oculista se pone a la menor distancia del monstruo que la prudencia permite, y lo observa con detenimiento.
Ese —grita de pronto, cuando un ojo adecuado a nuestros fines surge en una parte visible.
Entonces enfocamos un espejo, de manera que el ojo se vea a sí mismo. Esto lleva al milojos a avanzar unos pocos centímetros en dirección al espejo.
Ese también —grita el oculista.
El segundo espejo aparece en escena: otro pequeño avance. Así seguimos largo rato, mientras el oculista hace gala de unos conocimientos que al resto nos están negados. Para nosotros todos los ojos son iguales, incluso los verdes.
Es importante no dejarse hipnotizar. Hay que hacer que el milojos quede en el borde de la visión, ahí donde las cosas son más parecidas a sombras, y en ningún caso, por ningún motivo, mirarlo fijo. Quien mira fijo a un milojos queda atrapado: abre las manos, suelta el espejo y empieza a caminar hacia la boca sucia y abierta del monstruo. Los demás tenemos que ayudarlo, tirándolo al suelo, poniéndole una venda en los ojos y echándonos encima para que no se mueva. En tanto, el milojos aprovecha para dar media vuelta e irse en busca de un par de cometroncos, su plato favorito. El hipnotizado tardará días en recuperarse, mientras cuenta historias curiosas sobre el mundo del milojos y su alma cristalina; nos reiríamos si no fuera tan triste.
Pero quienes nos dedicamos a cazarlo tenemos experiencia, y no nos dejamos vencer tan fácilmente por la tentación de mirar al monstruo. Pronto, siguiendo las indicaciones del oculista, conseguimos que el milojos se mueva más rápido, extasiado por su propia imagen que se reparte en los espejos, sin darse cuenta de cuán cerca del borde se encuentra. Los últimos espejos son los más difíciles de enfocar, porque hay que situarse junto al precipicio y estirar la mano en el ángulo exacto.
Hay un instante tenso, cuando alguien levanta el espejo final y todo parece detenerse por varios segundos. El milojos hace aparecer un último ojo vencido: al fin comprende lo que sucede, pero nos concede la victoria porque nuestro esfuerzo la merece. Las cáscaras de naranja, los huesos de pollo, los papeles viejos ruedan un milímetro, una décima de milímetro, lo necesario para romper el equilibrio. Todos los ojos se esconden a la vez, mientras nosotros respiramos hondo. El milojos emprende la caída que no va a terminar nunca.
Se oyen los suspiros, porque el milojos no grita ni ruge y todo ha ocurrido en silencio. Nos vamos caminando lentamente rumbo al próximo monstruo soñado.

13/1/13

Hablando del Bichonario en Cablín, 4/1/92

En 1992 Laura Leibiker nos entrevistó a Douglas Wright y a mí en Cablín, el canal infantil de VCC. El tema era el Bichonario, que acababa de salir publicado por Libros del Quirquincho. Las entrevistas de Cablín se emitían en varios fragmentos que se insertaban entre los programas del canal (series, dibujos animados).

Acá está la entrevista completa, sin los cortes. Son 54 minutos. Los primeros dos o tres nos muestran a todos un poco nerviosos, pero luego la cosa va tomando vuelo, y poco a poco se convierte en un festival de bichos, un ping pong de chistes, en el que todos nos divertimos mucho. Se oyen las risas de los técnicos y productores fuera de cámara.



Aquel Bichonario no se reeditó. Ahora está la nueva versión publicada por Cántaro.