Pero hubo algo más, inesperado. Una familia, por propia iniciativa, hizo esta maqueta. Y no solo eso: me la regalaron.
Tiene unos 55 cm de ancho. Está hecha de telgopor, palitos de helado, papeles, tela...
Incluye una planta auténtica, con su maceta...
Una biblioteca...
Está el narrador (¿o el autor?) leyendo...
... mientras el dragón escucha atentamente.
Una joya. Una sorpresa. Y ni siquiera sé el nombre de quienes dedicaron tanta creatividad (y trabajo) para que yo tuviera el placer de traer este objeto único a mi casa.
Estoy muy agradecido a todos. A quienes hicieron la maqueta. A los chicos que leyeron el libro, a las maestras que los guiaron y acompañaron, a la escuela que me invitó y me trató tan bien. Y también a Daniel Lopes, de Crecer Creando, que tuvo la paciencia de llevarme, estar, traerme, y conversar en el camino.
2 comentarios:
Eduardo! que emoción
Me alegro mucho Eduardo, me alegro mucho, saber que con un poquito de esfuerzo pude contactar a los chicos con tu obra me da energía para ir por más lectores de maravillosas novelas como la tuya.- Misión cumplida!!!!!!!!!!!!!
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