Mirar una cara al revés no es igual que mirarla al derecho. La enorme capacidad que tenemos para reconocer caras, incluso donde no las hay, se especializa en caras con los ojos arriba y la boca abajo.
Igual, se puede creer que este soy yo dado vuelta, ¿no?
La foto que me tomé a mí mismo hace un año, al derecho, se ve así:
Quienes me conocen bien podrán descubrir cosas tal vez no tan evidentes en la versión dada vuelta. Todavía no me había cortado el pelo. La papada se destaca especialmente. No pude evitar la mirada vacía, de pensar en otra cosa, propia de las selfies.
Lo que no todos sospechan es que somos tan pero tan malos mirando caras al revés que no nos damos cuenta de alteraciones tremendas que le hice a la foto de arriba. Si la mirás de nuevo, ¿te das cuenta de qué está mal?
Para esconder un poco más la respuesta, va esta obra del mexicano Octavio Ocampo, pintor que nos hizo ver caras de mil maneras donde no había ninguna. Se llama “Familia de aves”. Aunque no sean las aves lo primero que nos salta a la vista.
Por fin, esta es la foto de arriba de todo, girada ciento ochenta grados. ¿Ahora sí notás algo raro?
No hay comentarios:
Publicar un comentario